Venia el Pincha respirando hondo y con orgullo, reivindicando un nombre, un apellido y un apodo que a los "futboleros" argentinos se les había olvidado. Venía el Pincha siendo más que un mero ascenso 10 años atrás, que simples 11 jugadores disputando una pelota, incluso mucho más que un equipo al que el denominador "campeón", para muchos, ya no pertenecía más que a su historia. Con humilde silencio se fue sembrando tapones de botines en el césped más hermoso, y defraudados en el tiempo donde el oro vale más que la ambición de la gloria radical de los campeones, el proyecto de triunfar que se olfateaba quedó trunco, desamparado, desabrido, a la espera de un sujeto que lo nazca, que lo haga, que lo grite. Lo miramos de reojo cuando vino sin saber como lo miraríamos hoy. El público respetuoso hizo silencio y observó con atención como despacio se acomodaba la remera roja y blanca e impartía instrucciones que más tarde harían gloria. Le dejaron un partido inaugural que tarde o temprano vengará, porque todavía no lo hizo, porque él quiere más, porque no le alcanza con logros más heroicos, porque sólo le es suficiente ganar. De los saltos y los puños apretados en los goles decisivos, a esos ojos que lloraron en la tarde en la que también perdió arsenal contra su equipo, y perdió el más “grande” y después volvió a perder. Nos hicimos rigurosos ofensivos, ovacionamos tu audacia porque vos también nos convences con esos dientes apretados, tocamos de primera una pelota que festeja las caricias de tu equipo, y cuando fuimos todos a aplaudirte quisiste más, y dos días después nos enseñaste el concepto de “creer”, de seguir, de pelear, de la convicción que tu trabajo exhala. Pasó un año nada más. Sólo un año. Agradecerte con silencio no es lo nuestro, como tampoco es lo tuyo el oro, porque estás acá, entre nosotros, por tu ambición gloriosa de saberte campeón, no decirlo y buscar más. Ilustre y glorioso Cholo: gracias por este maravilloso año de placeres y triunfos a destajo. |