El grito sagrado
Pavone, otra vez, apareció en los momentos clave. Generó el penal (y lo hizo) que emparejó el clásico y definió con un gran derechazo para el 2-1. A la Selección...
Mariano grita el segundo, de gran definición luego de una asistencia de la Brujita Verón.
Cuando la pelota pasó, ya sabía dónde estaba el arco". Ventajas de goleador, de tener la vista mejor calibrada que cualquier otro jugador, Mariano Pavone giró, acompañó, tiró y definió el clásico. Parece simple contarlo así. Sin el contexto, sin ese hombre de menos que tenía su equipo por la expulsión de Calderón a los tres minutos, sin considerar que el estado de la cancha no dejaba afirmarse bien y, sobre todo, sin tener en cuenta cómo y desde dónde pateó. Pero fue un gol de otro partido. Y no por la belleza, sí por esa extraña precisión, por el ángulo en el que se metió la pelota (inalcanzable para Carlos Kletnicki), y por lo que significó: el segundo, el de un triunfo que, desde la garra y la adversidad, vale tanto o más que el 7 a 0.
Pavone parece decidido a quedar en la historia de Estudiantes. Después de un torneo brillante, con gol en la final contra Boca incluido, no pasaba su mejor momento sobre todo frente a la red (llevaba cinco partidos sin meterla desde el encuentro ante Banfield y en su debut en la Selección, el miércoles pasado, tampoco había mostrado su mejor nivel). Pero ayer volvió con todo. Porque no sólo fue decisivo con sus goles: también peleó como un león cada pelota y, muchas veces solo, complicó siempre a la defensa rival. Además, claro, estuvo en las fotos importantes: a él le hicieron el penal del 1 a 1 en el momento justo y él lo pateó con autoridad y personalidad: casi rompió el arco. "Fue clave empatar enseguida para no darles tiempos a ellos a que consolidaran el resultado. Pero más allá de lo que yo hice, el mérito es de todo el equipo, porque corrió, metió, jugó y demostró que por algo salió campeón. No nos relajamos nunca, jamás", contó.
Después de su obra, de ese segundo gol tan espectacular como el que había hecho en el 7 a 0 pasado (fue en mismo arco, esta vez abajo), el Tanque corrió hasta el banco de suplentes y se dio un emotivo y conmovedor abrazo con el Cholo Simeone. El gesto no fue casual. El técnico tuvo mucho que ver para que su goleador volviera a convertir. "Me apoya y me da confianza siempre. Pero esta vez me había dicho que me iba a reencontrar con el gol después de algunos partidos sin poder hacerlo. En la semana, además, me llamó para darme aliento antes de mi debut en la Selección y esas cosas son muy importantes para un jugador. Por eso se lo quise dedicar. Además, ganamos el clásico como él quiere: con el barro entre los dientes, je", reconoció con el humor de siempre.
Si fue el último clásico de Pavone se verá en junio, aunque él vive este presente ganador. "Quiero disfrutar esto, lo que pase luego se verá". Los hinchas, que lo tienen como uno de sus máximos ídolos, no quieren que se vaya nunca. Ayer se vio por qué.
http://www.ole.clarin.com/notas/2007/04/23/01405477.html |