http://www.ole.clarin.com/notas/2007/03/17/01382266.html 00:00 | BANFIELD 0 - ESTUDIANTES 2 Tri de campeón
Estudiantes encontró la fórmula del triunfo con los tres puntas, más el aporte de Sosa, y se acercó a la cima. ¿Banfield? Cacheteado y sin DT: echaron a Patricio.
IGNACIO FUSCO ifusco@ole.com.ar
Pavone mete el segundo. El dato: el Pincha, a esta altura, suma un punto más de lo que tenía en el Apertura. ¿Qué tul?
Estuvo audaz el Cholo Simeone en adelantar unos metros a Pablo Piatti, quien contra Boca jugó como volante por izquierda, y salir con tres puntas en el Sur del Gran Buenos Aires. Porque ahí, en el ataque de Estudiantes, se vio la clave del partido que le dio el triunfo al Pincha. El juvenil, Calderón y Pavone provocaron un desconcierto en los cuatro del fondo de Banfield con los desorientadores movimientos permanentes. Los delanteros, sin posiciones fijas y rotando los lugares (nunca se chocaron, cuando uno iba por adentro, los otros lo hacían por afuera), complicaron a una defensa demasiado lenta para la ocasión... Apareció el ¡Tri de campeón!
Es verdad que Banfield insinuó más en los primeros minutos, teniendo la pelota y manejándola con criterio, pero fue sólo un espejismo que se esfumó rápidamente. Estudiantes se acomodó en la cancha, los rapiditos de arriba empezaron a hacer ruido y los volantes crecieron con el volumen de juego. Claro, mientras Patricio Hernández metía un doble cinco con Daniel Quinteros y Javier Villarreal, dos jugadores con buen pie para recuperar aunque sin tacto, al menos uno, para elaborar; el Cholo le entregaba la llave de la creación a Sosa, y le ponía a Benítez, otro con tiza en el empeine, para que se asociara con el Principito. Así, Estudiantes se quedó con el dominio de la pelota y del partido, y Banfield, a esta altura desconcertado, estático, sin alguien que tratara con cariño la bocha y bastante previsible, se preocupó porque la diferencia no fuera aún más abultada (antes del segundo, Pavone tuvo dos que salvó Lucchetti).
Simeone, hiperactivo en el borde del corralito, contagiaba sus ganas a sus jugadores. Del otro lado, en cambio, la imagen fue la antítesis: Hernández se levantó una sola vez del banco y transmitió desconcierto. Sabía que la cuerda estaba demasiado floja y no aguantaría mucho más. Y así fue: Portell lo echó.
El oficio del campeón se llevó por delante a Banfield. Supo lo que buscaba y cómo encontrarlo. Y ahora sí se metió en la charla con los punteros. Otra vez.
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